- Incluso si a veces parece que se esfuerza demasiado, este rebelde relato paternal tiene corazón y elocuencia suficientes para estar entre lo mejor del cine independiente en 2016.
El segundo largometraje del director y escritor Matt Ross (28 Hotel Rooms) se estrena en un clima occidental de intolerancia hacia quienes son diferentes, y en el contexto de la adopción de la cultura consumista cada vez más trepidante y aparentemente irreversible. Capitán Fantástico (Captain Fantastic) podría ser tildada de ser una simple fantasía hippie antisistema en forma de road movie, pero en realidad presenta planteamientos relevantes sobre los roles que la educación, la religión, la familia y la sociedad en general desempeñan al moldear la percepción que tenemos del mundo, al tiempo que cuestiona la viabilidad de rechazar al sistema y crear un mundo utópico al margen.
¿Cómo sería la vida lejos del consumismo desmedido, del azúcar y del gluten, ajena a las expectativas de una educación para perpetuar el sistema, y libre de todo adoctrinamiento de las religiones abrahámicas? Tal es el mundo que Ben Cash (Viggo Mortensen) y su mujer han creado para sus seis hijos, a quienes han criado en pleno aislamiento de la sociedad en el mundo salvaje, enseñándoles a sobrevivir, a conectarse con la naturaleza, y a alcanzar sus máximos potenciales físicos, intelectuales y espirituales.
Estos son niños que antes de los dieciocho años ya son políglotas y músicos, lo mismo debaten sobre política, filosofía o física cuántica, pueden sobrevivir en el bosque con nada más que un cuchillo, y poseen la condición física de un atleta olímpico. Todos ellos son, como les llamarán ya entrados en la trama, «reyes filósofos», pero la muerte de su madre forzará su reinserción en la sociedad, donde pondrán en tela de juicio todo lo que creen saber sobre la pequeña utopía que su padre mantiene para ellos.
En esta línea, el recorrido de la familia Cash por Estados Unidos se convierte en un comentario sobre las farsas y paradojas que propicia el capitalismo. Desde el sistema de salud y la obesidad, pasando por la deficiente educación y las creencias religiosas predominantes, prácticamente cualquier característica de la sociedad americana es pasada por el cuchillo de Capitán Fantástico, que encuentra su corazón en el ingenio de sus diálogos y sus actuaciones. Éstos salvan a la película de convertirse en un aburrido ensayo sobre las deficiencias del mundo occidental, aunque en ocasiones el filme parece esforzarse demasiado por mantener ese propósito de suspicacia (quizá algunos detalles como el «Día de Noam Chomsky» tienen un pie puesto en terreno pretencioso).
Al final, todo gira en torno al choque de este mundo utópico contra el sistema establecido, y Viggo Mortensen realiza un extraordinario trabajo al transmitir la lucha interna de un esposo en duelo, y de un padre en riesgo de perder a sus hijos ante una sociedad que demanda normalidad y adiestramiento. Mortensen, casi en una suerte de capitán von Trapp filósofo y anticapitalista, logra simpatía casi absoluta por su personaje, quizá demasiada en vista de que ejerce casi el mismo autoritarismo del que dice distanciarse.
La humorística dinámica del padre con los hijos, y de estos con la extrañada sociedad que les rodea, logran mantener un tono ligero a lo largo de una película cargada de color en su diseño de vestuario, y una iluminación en su mayor parte natural para acentuar la sencillez de su estilo de vida.
Sin embargo, una pregunta se cierne sobre la familia Cash desde el momento que salen de su aislamiento, y persiste hasta el momento de su (quizá condescendiente) desenlace: ¿es posible vivir en una utopía en rechazo de un status quo que se percibe nocivo? ¿Es libertad verdadera vivir por fuerza al margen de un sistema igualmente opresor? ¿Lo es el existir sin pertenecer a una sociedad? Estimular el cerebro con esa clase de preguntas, es lo que hace de Capitán Fantástico una experiencia que vale totalmente la pena.