Crítica – ‘Mujer Maravilla’: lo que elegimos creer

  • Patty Jenkins entrega no sólo la mejor película del DC Extended Universe, sino también una bocanada de aire fresco para los superhéroes en el cine.

El estreno de Mujer Maravilla (Wonder Woman) ha venido acompañado de buenas noticias. Luego de la infame Batman vs. Superman y la irregular Escuadrón Suicida, la película puede considerarse el primer éxito ante la crítica para Warner Bros. con su DC Extended Universe (DCEU), y ya posee el récord del mejor fin de semana debut para una directora, Patty Jenkins.

Es por esto que, en el mar de halagos, llamó la atención una acusación tan irónica como absurda sobre la película: que esta interpretación del personaje carece de patriotismo y que «no es lo suficientemente americana«. Para atraer a un mercado internacional, dicen los quejosos, esta nueva Mujer Maravilla no grita sobre los valores americanos a los cuatro vientos (empezando por su esquema de color en rojo, azul y dorado oscuros, y no rojo, azul y blanco brillantes).

Una fascinante paradoja, pues la princesa amazona (nunca estadounidense) de Gal Gadot trae bajo el brazo los ideales fundamentales de su creación, mismos que últimamente parecen antitéticos al susodicho patriotismo americano. Mujer Maravilla transmite su mensaje de manera refrescante, colocándose como la mejor película del DCEU, y de paso reafirmando la importancia de contar una buena historia de origen, algo de lo que sin duda han de tomar notas tanto Batman como los otros justicieros de DC Comics.

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Una de las razones por las que Mujer Maravilla es tan efectiva como película es que, a través del inocente idealismo de Diana, presenciamos la oscuridad humana. Ella y todas las amazonas en la isla de Temiscira tienen como misión derrotar a Ares, el dios de la guerra, quien instiga el mal en los corazones de la humanidad para arrojarla a un caos interminable.

Cuando Diana rescata al piloto estadounidense Steve Trevor (Chris Pine), descubre que el mundo de los mortales se encuentra sumergido en la «Gran Guerra» (para nosotros en el siglo XXI, la Primera Guerra Mundial). Sin dudar que Ares está detrás del conflicto, la princesa de Temiscira abandona el cobijo aislacionista de su hogar para luchar por la humanidad.

Otro gran mérito del filme, sobre todo comparándolo con el resto del DCEU, es la autoconciencia y absurdidad de su protagonista en un mundo que no la comprende. Mujer Maravilla no sólo abraza este aspecto, sino que se permite jugar con él. Observar a Diana tratar de conocer las nimiedades de la sociedad humana, y resaltar en ella sin remordimientos, resulta en algunas de las viñetas más graciosas en el cine de superhéroes reciente.

Pero quizá, tanto como su humor, una de las glorias de la película es ver a la princesa guerrera hacer lo que hace mejor en el campo de batalla, y salvo algunos descuidos evidentes en el CGI, es un verdadero júbilo. Sin embargo, es su manera de combatir, y sus motivaciones, lo que constituyen el alma de Mujer Maravilla.

Los combates más trascendentales de la cinta son al interior de los personajes, y con esto, Patty Jenkins mantiene la esencia de la amazona creada por William Moulton Marston y Elizabeth Holloway para prevalecer no por medio de la violencia, sino del amor. Gal Gadot encarna, por primera vez con una producción propia en pantalla grande, a un icono que persiste ante las ráfagas de balas y de maldad humana. El poder del personaje yace en sus ideales, y que Jenkins haya hecho de esto una película tan entretenida, es un triunfo en sí mismo.

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