- Michael Fassbender es el único acierto en esta precuela de Alien. El resto, como la tripulación de la nave Covenant, es desechable.
A estas alturas, podría decirse que la franquicia de Alien enfrenta un saldo negativo de filmes aclamados. Aun excluyendo a los adefesios junto al Depredador, es generalmente aceptado que sólo dos entregas merecen ser revisitadas como piedras angulares de la ciencia ficción cinematográfica: la original de Ridley Scott, y Aliens de James Cameron. Algunos argumentarían que la franquicia sólo subsiste gracias al recuerdo de estas dos cintas (incluso si la última, la de Cameron, se estrenó hace 31 años)
En tanto, a partir del mito griego del que toma prestado su nombre, la precuela Prometeo (Prometheus) pretendió explorar conceptos relacionados a la creación de la humanidad, la relación de ésta con sus creadores, la inteligencia artificial y la arrogancia humana. En el mejor de los casos, es catalogada como una película incómoda en la franquicia por ser tan diferente a ésta, pero puede debatirse que es una cinta decente. Su anclaje a la mitología de Alien, de hecho, resultó un lastre que le impidió explorar a profundidad su propuesta.
Por eso resulta complicado definir a Alien: Covenant en un puñado de palabras. ¿Es una vuelta al origen para la franquicia? ¿Un puente entre la divinidad cósmica de Prometeo, y el horror que encumbró a Alien? O, quizá, un pobre intento de Scott por excusar sus decisiones creativas para una cosmogonía cada vez más disparatada.
Una década después de los eventos de Prometeo, la misión colonizadora Covenant se dirige a un planeta distante y habitable, cuando captan una señal de un mundo más cercano y, en apariencia, mejor candidato para vivir. La tripulación de la nave entonces cambia de rumbo, en la única decisión relevante que los personajes humanos toman en esta película.
Donde el clásico de 1979 brillaba por elevar gradualmente la tensión, y crear una atmósfera aterradora para provocar shock en los momentos y dosis indicados, los sucesos en Alien: Covenant ocurren de sopetón, casi por desafortunadas casualidades, como el mero hecho de que alguien puso el pie donde no debía, por poner un ejemplo. La tripulación protagonista camina de un cliché del cine de horror al siguiente, disolviendo en el ácido de la predictibilidad el factor sorpresa característico de Alien y Aliens.
Lo cual resultaría menos molesto de no ser porque es difícil establecer un vínculo con los personajes, a medio cocer en su mayoría. Chris Oram (Billy Crudup), comandante involuntario de la misión, se declara un «hombre fe» (quién sabrá cuál), temeroso de que la tripulación le crea estúpido por tomar decisiones más basadas en el dogma que en la razón. Entonces, durante el resto del filme, procede a tomar todas las decisiones estúpidas en el manual de cine de terror. Hagan el experimento y vayan tachando la lista.
Su segunda al mando es Daniels (Katherine Waterston), un desafortunado remedo de Ellen Ripley cuyas motivaciones tampoco alcanzamos a comprender del todo. Del resto de la tripulación no puede decirse mucho: o son carne de cañón, o incubadoras para las monstruosidades que habitan el planeta desconocido.
La notable excepción a esta regla es Michael Fassbender, aunque más por virtud histriónica que por las cualidades del guión. Sin revelar mucho, es precisamente éste el que le impide brillar en su doble papel, pues en favor de una megalomanía simplona, uno de sus personajes ve truncada la posibilidad de plantear cuestionamientos más afines a los misterios divinos de Prometeo.
Ésta es, más que ninguna otra cosa, la oportunidad perdida más frustrante de Covenant. Ya emprendida la búsqueda por la respuesta a «la única pregunta que importa», su continuación hubiera sido deseable. En su lugar, la principal preocupación parecer ser explicar el origen, y propósito, de los xenomorfos.
¿Acaso era necesario? ¿No era el misterio uno de los ingredientes fundamentales en la macabra majestuosidad de este monstruo? ¿De verdad hacen falta las secuelas que Ridley Scott tiene planeadas?
Así que en vez de ver Alien: Covenant, una alternativa: compren Alien en Blu-Ray o DVD. La pasarán mejor, les costará lo mismo que el boleto y el combo con palomitas, y verán cómo eran los lejanos buenos tiempos de la franquicia.